Caravana




El nombre
Todos saber -
(Fragmento, Pablo Neruda)
Ay, para, qué contamos tus verdades
si yo viví con ellas,
si yo soy cada uno y cada vez,

si yo me llamo siempre con tu nombre



Soy una, con las horas que se alargan hasta el final de las sombras y las esquinas.
Una, con el rojo y el azul,
cuando dejan de significar pasiones o sueños el azul y el rojo,
o esperanza el verde, que es lo mismo.

Y en esa unicidad, que tanto teme el otro,
por el miedo a perderse de sí,
a per-te-ne-cer, en lugar de ser,
a seguir en lugar de ir,
me vuelvo ellos.

Abrazar, diluir, 
disolver las células hasta que no sepa quién es el que piensa, quien el malo, quien el bueno,
el sudor de quién pare al hambriento, porque es mío,
como lo es su dolor y su coraje y su risa.
Como es mío su orgasmo de explosiones silentes y el murmullo de la oración 
y el grito...
Mía su mano llagosa y su boca desdentada
y el perfume del cabello que se enreda
entre los dedos de alguna, 
que ya no es mía,
porque ya es yo y dejó de dolerme, para por fin dolerle a ellos,
a ellas,
a ti y a los demás…
a los que temen que yo les sea,
con todo y mis canas y mi cansancio
y mis ganas de repetirme y que se repitan, 
hasta el infinito.

(Tomado del libro Almarios en alquiler)





Por qué

Solo escribo porque no sé pintar, no sé música ni hago cine.

Si conociera todas las formas del arte las usaría todas porque el arte libera la esencia, y todavía no conozco a nadie que rechace su propia libertad.

Cuando escribo, no quiero poner una palabra al lado de la otra porque se ve muy bonito, creo que si pintara me pasaría lo mismo: conseguir la imagen más fuerte, más allá del contenido, buscar el choque provocado por la realidad.

Con la palabra busco la revelación de las emociones, todo el espectro de ellas: la ira, el dolor, el amor. Que sea la palabra el bisturí que desnude las capas de la piel, la llave que abra las ventanas del alma, si fuera posible. Es mi norte, hacia allá camino.

En ocasiones caigo, me pelo las rodillas, me arrastro, se hace lenta la ruta, y dolorosa. A veces lloro. No importa. Tampoco ser recordada entre los grandes. A veces los grandes no son los más felices, ni los más libres.

Solo deseo llorar o reír con mis palabras, como lloro o río con las de muchos y muchas escritores que adoro, sin importar si son o no famosos. Ser herramienta de la sensibilidad. Poder tocar la herida, y sentir el dolor en mi propio ser.

¿Es una utopía? ¿Un premio vedado a mortales imperfectos? Tampoco importa. En el camino aprendo. No importa si logro llegar, cada paso acerca la meta.
Mientras tanto, la mirada se agudiza. El velo que cubre la verdad comienza a caer... y es maravilloso.


 Cómo

El prisionero

Todavía sin poder preguntarse qué había sucedido, un segundo misil irrumpió, levantando la tierra en todas direcciones. Cuando el polvo comenzó a disiparse, Zahavy pudo ver los huesos de los dedos de su niña, en el suelo, separados del resto de la mano. Un poco más allá, unos ojazos oscuros prendidos a él parecían preguntarle por qué no había agarrado el pedazo de sardina que le extendía… Aunque realmente no preguntaban nada, porque nada había dentro de ellos, solo el poco de luz que la muerte todavía arrebataba, frente a los suyos. Zahavy sintió el dolor en sus propias entrañas. Fue como si le arrancaran el corazón de un zarpazo sin matarlo, para que la tortura se volviera intolerable.  Preso de la angustia clamó por su esposa. ¡Soad! la llamaba, como si supiera su nombre. ¡Soad, la niña! Gritó al encontrar a la amada bajo los escombros.  Los ojos de su mujer estaban abiertos… lo mismo que su vientre. Una imagen infernal le arrebató cualquier deseo de seguir sobre la tierra. La angustia se tornó en espanto y en cólera y en odio y en dolor nuevamente. Soad estaba muerta. El hijo sumergido en una sopa de vísceras y sangre. Tripas y bracitos, sangre y pedacitos de persona; que alguna vez hubiera podido alcanzarle su porción de sardina, como la otra hija que yacía por allí, en aquel infierno.



(Fragmento tomado del libro Almarios en alquiler)



El primer beso


Nunca le pregunté a mi amiga si había notado mi amor hacia su hermano.  Él, en cambio sí pareció darse cuenta, porque justo dos semanas antes de cumplir mis quince, una tarde rara en que no había nadie más en su casa, me pidió ser su novia.  Quería morirme de la felicidad.  La fuerza que las emociones revolcaba en mis entrañas era incontenible.  Le dije que sí, sin detenerme a pensar que el orden no era el correcto.  Él no me había escuchado, ni conocido realmente, no había tenido la oportunidad de descubrir lo maravillosa que sería nuestra relación.  Sin darme, apenas, tiempo rodeó mi cuerpo con sus brazos y mi boca con la suya.  Una mano rápida desabrochaba mi blusa, buscaba dentro de mi sostén, apretaba mi seno.  No se escuchaban campanas, ni me sentía flotar.   Estaba allí mismo, en el sofá de doña “…”, la misma butaca forrada de plástico que se pegaba a los muslos.  Entonces él siguió siendo él, pero yo dejé de ser yo.  Me convertí en Ana, en Millie, en Elena, en Norma y fuera de mí, contemplé la escena: yo con los ojos abiertos, él separando su boca de la mía, besando mi cuello, tratando de llegar a mis senos y aquel momento de iluminación en que lo separé de mí, desilusionada, abrochando mi blusa, avergonzada.  Todavía con su saliva en mi cuerpo eché a correr hacia mi casa.
Al día siguiente mi vecina, la que vivía al cruzar la calle, me preguntó con una sonrisa mal disimulada si era cierto que me había besado con “…”.   
No si era su novia, ni si yo lo amaba. 
            ―¿Qué dijo el sinvergüenza, acerca de mí?
            ―Pues, no dijo mucho, solo que no sabías besar y que te babeabas.

  



  

(Fragmento tomado del libro Ars Memoriae)












Soy de una especie diferente.
Híbrida
suave y émpata,
pero bien agarrada a mi origen.
Soy.
Somos sirenas, estamos y no pertenecemos Abrazamos a los otros, nos ensuciamos por los otros, nos agotamos, con los otros, Pero no claudicamos. Cuando toque fondo Cuando haya quien celebre mi derrota, mi muerte
  Más vale que recuerde... Yo soy sirena, mis células ya están esparcidas, la semilla está sembrada, y no estoy sola. Al ahogarme nazco a otra vida.


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