Juego de niños
Es domingo. Los balcones se mantienen cerrados a pesar de estar bastante entrada la mañana. En mi casa algunos duermen todavía, pero Isabella juega con sus crayolas. Observo sus diminutos dedos extraerlas de su cajita, regarlas por todos lados; la escucho hablar con ellas, viene a mostrármelas y luego intenta acomodarlas nuevamente en el envase donde hace un rato cupieron. Mientras, en algún lugar del mundo secuestran los cadáveres de las víctimas de un asesinato aéreo, en otro aniquilan familias enteras que, a pesar de su obvia pobreza y la abundancia de niños, pudieran ser confundidos con peligrosos enemigos. Uno de cada cinco muertos en los bombardeos, lee una noticia, son niños. Pudieran no parecer demasiados si no fuera por los otros veinticinco mil niños, de un lado y del otro, que resultan perturbados por los sucesos que viven desde que unos adultos decidieron su pequeña guerra. En otro lugar, de este mismo mundo, se acumulan los cuerpos de víctimas de o