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Mostrando entradas de abril, 2017

Tanto me cuesta respirar (que quisiera no tener que hacerlo)

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Las lágrimas no son de sal, son de fuego. No es cierto que el alivio llega cuando se liberan. Sucede que arde tanto el rastro que a su paso dejan, que se echa a un lado el otro dolor, el que las trajo. No te lloro muerto por la bomba que en el lecho truena, o la cuchillada a traición del hambre despiadada. (Hay muertes igual de dolorosas). Te lloro vivo por la tortura del mal que intenta destruir tu espíritu. La espada que pende, torva, sobre tu cabeza, la amenaza de abandono que la cordura ondea... burlona, obscena... Eres fuerte ¿sabes? Más fuerte que yo, entre todos los adultos, y más que el indolente ángel que te ha dejado solo... insensato; a merced de la espada, de los hombres, del fuego de las lágrimas. ¡Apiádate de mí, héroe de las heladas! Recoge los pedazos que aún de mí quedan, vuélveme recuerdo y alójame en tu mente, o hazme corazón y guárdame en tu pecho.